AP.- El príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II que pasó más de siete décadas apoyando a su esposa en un papel que definió y constriñó su vida, falleció este viernes, informó el Palacio de Buckingham. Tenía 99 años.
Su vida abarcó casi un siglo de historia europea, comenzando con su nacimiento como miembro de la familia real griega y terminando como el consorte más antiguo de Gran Bretaña durante un reinado turbulento en el que la monarquía milenaria se vio obligada a reinventarse para el siglo XXI.
Era conocido por sus comentarios ocasionalmente racistas y sexistas, y por cumplir valientemente más de 20 mil compromisos reales para impulsar los intereses británicos en el país y en el extranjero. Dirigió cientos de organizaciones benéficas, fundó programas que ayudaron a los escolares británicos a participar en desafiantes aventuras al aire libre y desempeñó un papel destacado en la crianza de sus cuatro hijos, incluido su hijo mayor, el príncipe Carlos, el heredero al trono.
Felipe pasó un mes en el hospital a principios de este año antes de ser dado de alta el 16 de marzo para regresar al Castillo de Windsor.
“Es con profundo pesar que Su Majestad la Reina ha anunciado la muerte de su amado esposo, su alteza real el príncipe Felipe, Duque de Edimburgo”, dijo el palacio. “Su alteza real falleció pacíficamente esta mañana en el Castillo de Windsor”.
Felipe, a quien se le otorgó el título de duque de Edimburgo el día de su boda, consideró que su único papel era brindar apoyo a su esposa, quien comenzó su reinado cuando Gran Bretaña se retiró del imperio y condujo a la monarquía a través de décadas de decadencia social y poder del Reino Unido hacia un mundo moderno donde la gente exige intimidad a sus iconos.
En la década de 1970, Michael Parker, un viejo amigo de la marina y exsecretario privado del príncipe, dijo de él: “El primer día que me ofreció mi trabajo, me dijo que su trabajo, primero, segundo y último, nunca sería dejar a la reina caer”.
La reina, una persona muy reservada que no es dada a extravagantes muestras de afecto, una vez lo llamó “su roca” en público.
En privado, Felipe llamó a su esposa Lilibet; pero se refirió a ella en conversaciones con otros como “la reina”.
A lo largo de las décadas, la imagen de Felipe cambió de la de un atleta apuesto y apuesto a la de un cascarrabias arrogante e insensible. En sus últimos años, la imagen finalmente se asentó en la de un observador gracioso y filosófico de la época, un anciano de rostro despeinado que mantuvo su porte militar a pesar de sus dolencias.