A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor
La activista ambiental Greta Thunberg se manifestó a las afueras de la reunión de la COP26 en Glascow donde la gran mayoría de líderes mundiales -casí 200 países- se comprometieron de nueva cuenta a frenar las emisiones de CO2 que provocan el cambio climático. La proclama de la joven activista, famosa a nivel mundial, junto a un pequeño grupo de manifestantes, tuvo mayor resonancia incluso que la de muchos líderes. “No más blá, blá, blá” ni compromisos futuros. No queremos más discursos sino “justicia climática” ahora afirmó y sus declaraciones dieron la vuelta al mundo.
Según los expertos de la ONU, los incendios, huracanes, inundaciones, sequías, se manifiestan cada vez más en insospechados puntos del planeta a consecuencia del calentamiento global. La cumbre de Glascow, se trata de un compromiso a los ojos del mundo nada sencillo para los países más industrializados y que son los que producen las mayores emisiones de CO2 a la atmósfera. Esto implica reconvertir el uso de combustibles fósiles con fecha de caducidad en energías renovables para lo que se requiere no solo voluntad y buenos propósitos, sino muchos recursos y acciones determinantes. Nuestro planeta ya no puede esperar sin pagar las consecuencias.
Un tema ausente en la cumbre es la explosión demográfica en los países más pobres causante de otros problemas cada vez mayores como el fenómeno migratorio. Para algunos expertos, pandemias como la del COVID, están relacionadas a nuestra conducta depredadora que está alterando nuestros ecosistemas. Tampoco se ha abordado el tema de las cada vez menores reservas y disponibilidad de agua dulce. Todos estos temas son concurrentes a la degradación del planeta y sus ecosistemas.
El tema es que la atmosfera no es propiedad de ningún país ni tampoco “propiedad de alguna nación” como dirían algunos despistados respecto de los hidrocarburos o la generación de energía eléctrica. Países como México no debieran apostar al futuro pensando en fortalecer a empresas extractoras o refinerías, cuando la mayoría de las naciones van en sentido inverso dirigiendo sus esfuerzos hacía las energías alternativas.
Lo aterricemos en Chiapas que es uno de los estados con mayor biodiversidad en el país, esa tierra fértil que año con año vemos florecer. Es loable, por ejemplo, el compromiso del ejecutivo estatal, por mantener limpio nuestro Cañón de Sumidero. El que el Ayuntamiento de Tuxtla haga una campaña permanente de recolección de PET, labores de desazolve en el Rio Sabinal y haya implementado los contenedores de basura. A nivel nacional se prohibió el uso de bolsas de plástico en los supermercados.
Todo eso está bien, pero no es suficiente. Estamos inmersos en la miseria, el crecimiento exponencial y la dispersión territorial de las comunidades indígenas que son las más pobres. A consecuencia de ello se han perdido en las últimas décadas más de un millón y medio de hectáreas de bosques y selvas. Nuestras reservas naturales subsisten a duras penas, no por los decretos, sino por lo escarpado e incomunicado que hace difícil su acceso y explotación.
La gran pregunta que debemos hacernos es, si realmente estamos haciendo un esfuerzo para sustituir el uso y la dependencia de los hidrocarburos. Si realmente estamos frenando la contaminación de nuestros ríos, lagos y arroyos. Si estamos protegiendo de la deforestación a nuestros bosques y selvas. Y la respuesta es que no.
Parece que a pesar de los esfuerzos el medio ambiente no es una prioridad. Si no, hay que ver el grado de contaminación en los ríos que atraviesan la ciudad de San Cristóbal. Son drenajes a cielo abierto. Próxima a cumplir 500 años de su fundación, la ciudad no cuenta con plantas de tratamiento, un programa de rescate ambiental y ni siquiera un relleno sanitario. El rescate del Sabinal sigue siendo un tema pendiente con magros avances a pesar de que Tuxtla cuenta con plantas de tratamiento actualmente operando.
En muchos tramos carreteros da pena ajena ver como en las comunidades indígenas reina la impunidad. La venta de huachicol se ha exponenciado. El comercio de madera es evidente. Ambos son factores que de alguna protegen la economía local contra la disparidad social del país. La pobreza, la dispersión poblacional, el tráfico tolerado de maderas y la siembra indiscriminada de maíz para el autoconsumo, están erosionando irreversiblemente el territorio chiapaneco y no hay que ir muy lejos para verlo. Hace 25 años el tramo Tuxtla – San Cristóbal, estaba rodeado de bosques y hoy lo que vemos es florecer piedras tanto en la anterior como la nueva carretera.
Lo más triste es que esto no va cambiar. No le interesa a nuestros políticos más que para salir en la foto. Mucho ruido y pocas nueces. Bla bla bla. No queda más qué, como un ejercicio de conciencia, aportar un granito de arena. Educar y concientizar a las nuevas generaciones. O es quizás al revés y son ellas las que tengan que educarnos y hacernos conscientes del planeta inhabitable que les estamos heredando.
A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor | @jccalymayor