EN LA MIRA
Hector Estrada
Con el mismo discurso y pliego petitorio de todos los años, durante los últimos días alumnos de la Escuela Normal Rural Mactumactzá han reactivado nuevamente sus mecanismos de protesta en Tuxtla Gutiérrez. De esta forma, el secuestro de vehículos privados para luego vandalizarlos, la toma de casetas y el bloqueo de importantes vialidades, han regresado a la escena cotidiana de la capital chiapaneca y otros puntos de la entidad.
Este martes fue el acceso poniente a la capital del estado, mejor conocida como la zona de la “La Pochota”, el centro neurálgico de la protesta estudiantil. Y es que, a decir de los propios normalistas manifestantes, ha sido la negativa de las autoridades educativas a sentarse a negociar y acatar su pliego petitorio la razón de su nueva insurgencia.
Los manifestantes de la Mactumactzá exigen la oficialización del internado y el lanzamiento de la convocatoria de nuevo ingreso. En palabras simples, piden la autorización de más recursos públicos (permanentes) para el financiamiento del sistema de internado y la apertura de un nuevo proceso de ingreso, bajo sus condiciones, para garantizar la permanencia de su sistema formativo. Nada muy distinto a lo que han exigido anteriormente.
Sin embargo, son justo sus métodos de protesta y presión política, así como su negro historial, lo que mantiene a la Rural Mactumactzá muy lejos de la empatía social. La escuela normal ha pagado caro durante décadas la radicalización de sus grupos estudiantiles. La violencia y el vandalismo han opacado por mucho a la verdadera esencia humanística de una institución, aplastada ahora por un rechazo ciudadano -prácticamente mayoritario- que la ha dejado sola.
Sin la intención de generalizar, reconociendo la existencia de estudiantes que sí se avocan exclusivamente a su formación educativa dentro de dicha institución, la Rural Mactumactzá parece haber desvirtuado desde hace mucho tiempo su verdadera vocación pedagógica. El empoderamiento del consejo estudiantil ha secuestrado las aulas, el plan de estudios y la escuela misma, para convertirla en una adiestradora de grupos de choque e insurgencia estudiantil radical.
Poco ha quedado de aquella noble vocación formadora de docentes preparados para regresar a transformar sus propias comunidades desde la educación y el conocimiento. Ese fue el objetivo que dio origen a gran parte de las normales rurales en México. Esa es la verdadera visión revolucionaria que gestó el plan de estudios que ahora luce tergiversado y distorsionado por grupos que se han apoderado de las entrañas institucionales.
Como ha sucedido con otros casos bastante conocidos, muchas de las escuelas normales rurales en México ya no responden a su vocación de origen. Se han extraviado con el paso de los años. Se han contaminado casi de manera irreversible para someterse a intereses ajenos a la formación pedagógica, colocando a la protesta vandálica como eje coyuntural de la “formación estudiantil” alterna.
Son los propios grupos estudiantiles quienes, de manera inconsciente o no, hoy empujan lentamente a instituciones como la Rural Mactumactzá hacia su desaparición. La presión social y gubernamental sobre las normales rurales de México se ha acrecentado con el paso de los años, por que sus métodos han quedado obsoletos y han perdido el respaldo o la empatía social.
Han caído en el juego perverso del auto descrédito, bastante conveniente para quienes los quieren ver extinguirse. Y es que, el problema público ha dejado de ser el gasto que implican y la obsesión de los gobiernos a fin de desaparecerlos, para convertirse en una exigencia social de orden e impartición de justicia contra quienes ahora son considerados “grupos vandálicos o enemigos públicos”.
Por eso instituciones como Normal Rural Mactumactzá necesitan replantar sus estrategias de subsistencia. Sin la empatía o respaldo popular difícilmente lograrán su permanencia. Los grupos estudiantiles dentro de las normales rurales necesitan con urgencia un profundo replanteamiento de sus métodos u objetivos antes de que sea demasiado tarde y los argumentos del autoritarismo gubernamental, junto a la presión social, sean suficientes para su desaparición definitiva… así las cosas.
EN LA MIRA
Hector Estrada | @HectorEstradamx