Opinión | La cultura de las donaciones

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A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor

Uno de los puntos álgidos en la acalorada discusión durante la aprobación del paquete fiscal en la cámara de diputados fue la restricción a la deducibilidad de los donativos que las empresas o las personas físicas hacen a los organismos de la sociedad civil sin fines de lucro.

Con el argumento de que con eso se evaden impuestos bajo el cobijo de estrategias fiscales, se ha coartado a rajatabla la incipiente cultura de las donaciones en nuestro país para apoyar iniciativas de la sociedad tendientes a lograr objetivos que muchas veces los gobiernos son incapaces de procurar. Sobran los ejemplos de causas por demás nobles. Promotores de la cultura, ambientalistas, defensores de derechos humanos, defensores de los animales, promotores de la salud, apoyo a las comunidades indígenas, educación cívica, personas con capacidades diferentes, enfermos de VIH, apoyos a la tercera edad y hasta construcción de ciudadanía. No solo se destruye la viabilidad de estas organizaciones y la consecución de sus propósitos sino que se inhibe una muy incipiente cultura de la solidaridad en nuestro país.

Hace algunos años fui invitado a Chicago por Carlos Tortolero quien fundó y dirige el Museo Nacional de Arte Mexicano en esa ciudad norteamericana. Allá la población hispana/latina ocupa el segundo grupo racial y étnico más grande después de los anglosajones y de esa comunidad el 75% son de orígen mexicano. No creo que haya otro museo mexicano más grande fuera del país. Su sala de exposiciones es extraordinaria pero lo es aún más, el acervo resguardado en bodegas climatizadas, humificadores y almacenamiento ad-hoc. Contiene creaciones artísticas pero sobre todo una amplia colección artesanal de todos y cada uno de los estados de la república. El “arte” mexicano es visto desde una perspectiva diferente. Para los museografos que ahí colaboran y el propio fundador Carlos Tortolero, la artesanía mexicana tiene características sorpredentes y puede categorizarse como arte. De esta manera sus visitantes comteplan admirados la capacidad creativa de la cultura mexicana que incluye desde piezas y objetos muy elaborados hasta los que estamos acostumbrados a adquirir como simples souvenirs.

Después de recorrer el museo le pregunté a Carlos Tortolero, cómo había sido posible auspiciar ese invaluable espacio que no le pide nada a otros grandes museos. Carlos me condujo hacia una pared al final de la visita que con letras doradas contenía decenas de nombres de personas y empresas. “Son los donantes”, me dijo, y allí comprendí el valor que tiene en un país desarrollado la cultura de las donaciones.

Después investigué como funcionaban las fundaciones donantes en México y para mi sorpresa encontré que son muy pocas. Fundación Slim, Carso, Citigroup Banamex, Kimberly Clark, Femsa y Cemex, son parte de esas empresas. La fundación de Estudios de Historia creada por Carlos Slim, adquiere y preserva un acervo bibliografico impresionante, quizas el más importante en nuestro país. Muchas de las grandes bibliotecas como la que el escritor Gabriel García Márquez conservaba en la CDMX, fueron adquiridas por la Universidad de Texas a falta de recursos de nuestras entidades públicas.

En San Cristóbal de las Casas, gracias a la fundación Banamex se conserva en el museo de Santo Domingo la impresionante colección de textiles de la coleccion Pelitzi. Los proyectos de la asociación cultural Na Bolom, en la que participa mi amiga la diputada de Morena Patricia Armendariz, han sido financiados con apoyos de donantes particulares, organizaciones, instituciones gubernamentales y fundaciones como Steiner Foundation, American Express Foundation, Harvard University, Getty Institute, las Embajadas de Suiza, Alemania, Dinamarca, Francia; Aid to Artisans de la trasnacional kellog, Fundación Merced-IMPULSO-Citygroup Foundation de Banamex, Conservación Internacional, entre otras.

Por ejemplo la fundación Teletón que atiende a niños con capacidades diferentes que el estado ha sido incapaz de garantizar, no podrá sobrevivir sin estos apoyos. El padre Solalinde sostuvo sus albergues para migrantes a través de donativos. Aceptando que algunos fiscalistas pudiesen abusar de este esquema de deducciones para reducir la carga impositiva de sus clientes, lo cierto es que esto no debiera ser un argumento para cortar de tajo los donativos que reciben para nobles propósitos muchos organismos no gubernamentales a los que se está condenando a desaparecer.

De esas acciones basadas a veces en prejuicios y la necesidad de una mayor recaudación, tendrán que dar cuenta los actuales diputados que nos representan porque luego pasan inadvertidas sus votaciones en la aplanadora sumatoria que impone sin miramientos este tipo de medidas en perjuicio de la sociedad.

A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor | @jccalymayor

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