Opinión | Metástasis

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A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor

La historia del crimen organizado en nuestro país se remonta a los años 80s cuando el negocio de las drogas en Estados Unidos comenzó a generar enormes ganancias a los incipientes grupos delictivos. Fueron los años de Pablo Escobar en Colombia y Caro Quintero en México. En el primero de los casos el crimen llegó a su clímax cuando el dinero del narcotráfico vició a las fuerzas de seguridad y se enquistó en la política. Pablo Escobar perpetró atentados terroristas (cochebombas), secuestros y asesinatos selectivos contra políticas, jueces y funcionarios públicos. El final de Escobar significó el restablecimiento gradual de la paz social en ese país.

En las décadas recientes México se colombianizó. El crimen organizado diversificó el negocio de las drogas pasando de la marihuana a la cocaína y a las anfetaminas. Por muchos años el gobierno se hizo de la vista gorda. El negocio no afectaba tanto a México puesto que se dedicaba al trasiego. Vicente Fox intentó combatirlo, pero rápidamente se dio cuenta de que el saldo era impredecible y desataría abiertas confrontaciones. Aplicó el “Laissez faire et laissez passer”, Calderón no. Este último decidió utilizar la fuerza legítima del estado para combatir a los grupos criminales, desmantelar la corrupción de las fuerzas militares y policiacas con exámenes de confianza lo cual generó la creación de nuevos grupos delictivos y su incorporación a la delincuencia organizada.

Como resultado del golpe asestado al tráfico de drogas, las actividades se diversificaron. México se fue convirtiendo en un nuevo mercado de consumo. El secuestro, el derecho de piso, el huachicol, la trata y el tráfico de personas entre otras, demarcaron territorialmente a los llamados carteles. En ese proceso se desató una guerra sangrienta entre grupos delictivos que persiste hasta la fecha con sus “daños colaterales”.

LA ESTRATEGIA DE AMLO

Decidido a borrar todo lo hecho por Calderón, el presidente López Obrador decidió desmantelar a la policía federal y crear a la Guardia Nacional en un principio con el apoyo de la oposición. Hoy no tenemos policía federal y la Guardia Nacional no ha asumido plenamente sus funciones. El presidente ha otorgado más funciones al ejército. Lo mismo construye el AIFA, administra ahora el AICM, supervisa los puertos y las aduanas que recoge sargazo. Con el argumento de la “seguridad nacional” se evade a la legislación y se omite la rendición de cuentas en la más absoluta opacidad.

ATENDER LAS CAUSAS

Pero el problema no radica ahí sino en la visión del presidente de erradicar la violencia combatiendo “las causas” a través de programas sociales como el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro. Esto con el propósito de disuadir a los jóvenes de optar por el camino de la delincuencia. Se trata de evitar a toda costa la confrontación con los grupos criminales bajo el lema de abrazos y no balazos. De no violar los derechos humanos de los delincuentes. Se claudica al ejercicio del monopolio del uso de la fuerza para evitar una “guerra” como la de Calderón, un personaje que se ha vuelto una obsesión para el presidente.

Así que el problema va para largo. El presidente no va a cambiar de opinión con el agravante del empoderamiento y el control de buena parte del territorio nacional por los grupos delictivos. Está convencido de que la violencia es consecuencia de la desigualdad social y esa realidad no va cambiar de la noche a la mañana, ni ahora ni en los próximos años. De alguna manera la justifica y con ello la legitima.

ORIGEN Y COMBATE A LA DELINCUENCIA

Para los estudiosos del tema no existe evidencia de que esto sea así. El origen de la delincuencia es un asunto mucho más complejo como para pretender resolverlo repartiendo dinero entre los pobres. Estados Unidos es el país con mayor población penitenciaria en todo el mundo. Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, decidió declarar un estado de excepción para encarcelar a decenas de miles de pandilleros y logró reducir casi a cero el número de homicidios. Llevaban más de 15 años como el país más violento del mundo. Singapur decretó severas penas contra los delincuentes, incluyendo a los políticos y funcionarios corruptos, y es hoy un país próspero con uno de los índices de criminalidad más bajos del mundo.

No existe ningún referente en el mundo para suponer que disminuir la desigualdad con programas asistenciales haya reducido la violencia. Los países nórdicos están cerrando sus cárceles, pero generan riqueza gracias a la libertad del mercado con empleos mejor remunerados en vez de dádivas y subsidios. Tienen mejor educación y sus servicios de salud son de calidad. Por ello la violencia no tiene cabida.

Mientras son peras o son manzanas, la indeclinable obligación constitucional del estado debe ser hacer prevalecer el estado de derecho, garantizar la convivencia y la paz social. A eso se comprometen quienes al asumir un cargo protestan guardar y hacer guardar la constitución y las leyes que ella emanen. A eso no se puede renunciar. Por esa omisión el crimen organizado se está apoderando del país. La violencia es como un cáncer que si no se combate a tiempo termina convirtiéndose en metástasis.

A ESTRIBOR
Juan Carlos Cal y Mayor | @jccalymayor

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